"The Man Who Wasn't There", o "El hombre que nunca estuvo allí" .Enorme película dirigida por los hermanos Cohen (de mis directores preferidos sin duda), una de esas joyas que pasan inadvertidas, de las que poca gente habla, de esas que ves sin muchas expectativas pero que acaban por atraparte dejándote embobado tras los créditos. Esta es sin duda una de esas películas, perfectamente gris e hipnotizante.
Fue
estrenada en 2001 de mano de Joel y Ethan Cohen. Pasó algo inadvertida pero
tuvo gran acogida en todo el mundillo del cine independiente además de una
buena crítica.
Esta historia nos sitúa en un
pequeño pueblo de California, donde Ed Crane, un hombre más gris que el propio
color de las escenas, trabaja como barbero, viendo pasar una vida que parece no
pertenecerle. Arrastra su propia existencia, sin ninguna pasión ni ambición. Es un hombre
totalmente alienado y vació.
Sin
duda, los Cohen logran a la perfección crear a este personaje apoyándose en una impecable
actuación de Billy Bob Thornton, el cual yo ni
siquiera conocía y me supuso una grata sorpresa. La película en si es este
personaje, el pasivo barbero unido a un cigarrillo, un humeante fracaso. El
propio título de la película y el que este grabada en blanco y negro ayudan a
crear la atmósfera de vacío existencial que inundan al personaje.
Pues bien, su pasividad y apatía se ven interrumpidos por una
oportunidad, una opción para hacer algo en su vida, para no ser alguien más.
Algo tan simple como emprender un negocio supone una enorme puerta a la libertad
para el protagonista, el cual acepta invertir en un negocio de secado en seco
con un extraño en un desesperado intento de avivar un poco su gris vida. Este
negocio supuso ser una terrible estafa además, Ed se ve obligado a asesinar al
jefe de su mujer. Este cumulo de acontecimientos traen consigo un cambio en la
personalidad de Ed, un cambio interior más bien, pues lo vemos reflejado en la
voz en off mientras el "aspecto" exterior del barbero se mantiene
intacto. A pesar de que su vida comienza a desmoronarse, el ve como todo
comienza a tomar cierto sentido, como empieza a escribir su propia historia en
la que él es el protagonista y no un simple observador. A pesar de esto, este
se ve agobiado pues es acusado de un crimen que no cometió irónicamente, pues
no se le responsabiliza del asesinato del jefe de su mujer. Como método de
escape, encuentra a Birdy, una joven interpretada por Scarlett Johansson, la
cual toca el piano. Ed disfruta de ver a esta tocar, aunque supone un gran
desengaño para él, pues en realidad carece de talento y todo lo que toca son
obras de grandes compositores que el protagonista desconocía.
En este continuo camino a la perdición, en una larga sucesión de
desengaños y malas decisiones, es cuando Ed empieza a ser consciente de su propia
existencia, a dar a su vida un significado, a hacerse a sí mismo. Este
encuentro con su vida queda plasmado en la cinta cuando en el preámbulo a su
condena, escribe su propia historia para una revista, la historia de su vida,
de su verdadera vida llena de errores, pero al fin y al cabo, su existencia.
Finalmente, sentado en la silla eléctrica reconoce todos sus fallos y,
sobre todo, acepta su vida, cerrando así una magnífica película y una de mis
preferidas.
Sin duda, al acabar la película uno
tiene que pensar, e incluso no puede evitar sentirse identificado en parte con
el gris barbero. Esos momentos en los que nos sentimos fuera de nuestras vidas,
sin ningún objetivo ni aspiración, buscando desesperadamente algo en lo que
apoyarnos, una historia en la que seamos nosotros los protagonistas y no meros
observadores. Esto hace plantearnos que es nuestra vida, si en realidad somos
dueños de nosotros, incapaces de dar un significado a nuestra historia. Quizás
estos temas, el significado o finalidad de nuestras propias existencias sean
temas demasiados trascendentales y, sinceramente, no tengo ni ganas de pensar
en el tema. Es triste ver como tus aspiraciones son mutiladas por la realidad,
como lo que quieres llegar a ser o lo que quieras hacer se topa con la
infranqueable realidad. Al final, uno se resigna a ignorar esa parte soñadora
de uno mismo convirtiéndose en un Ed, en una persona gris viviendo una vida que
parece ser impuesta y de la que ni siquiera se es dueño. Al final, pasare a
considerar a los humanos más como maquinas que como hombres, pues nada les
pertenece y no somos más que productos engañados por nosotros mismos, imponiéndonos
nuestras propias cadenas y limitaciones.
Dejando de lado toda esta amargura, si es cierto que tanto nuestros errores como aciertos conforman nuestra vida, siendo los primeros incluso más "emocionantes". Debemos buscar nuestra propia historia, no dejarse arrastrar por las pautas de la sociedad, ser nuestros propios protagonistas, ser tal como somos y no como deberíamos ser. Un pequeño acto de libertad y rebeldía, un poco de color en esta gris película.
Como es habitual, Unai, magnífica entrada.
ResponderEliminarTienes razón: “El hombre que nunca estuvo allí” puede ser al mejor peli de los Coen (con Fargo), lo cual es mucho decir. El análisis que haces del personaje protagonista es muy certero. Podías haber utilizado una distinción que de hecho estas ejerciendo en tu comentario: la distinción heideggariana entre “vida auténtica” y “vida inauténtica” (y la noción de Dasein, el ser-ahí).
También en esta, como en otras muchas películas de los Coen se trata el tema del azar y la contingencia: nuestras vidas no responden a plan alguno, estamos sometidos al más arbitrario azar, y tienes toda la razón al señalar que la contingencia que acaba con Ed es, a la vez, la que le salva (de una vida inauténtica). También me viene a la cabeza el prisionero liberado del mito de la caverna, igual que Ed, cuando está perplejo y confuso es cuando comienza a despertar del sueño de la certeza cotidiana, a liberarse de las inanes sombras.
Saludos